Se puede considerar la emigración como un fenómeno social en virtud del cual se abandona voluntariamente el país en que reside para trasladarse a otro distinto, normalmente motivado por razones económicas o sociales.

La emigración como fenómeno contemporáneo en Chile, fue tratada en un principio como emigración grupal y no individual, incentivada por las facilidades dadas por el Gobierno, que ya en 1824 aprobó la primera ley para el fomento de la emigración con determinadas medidas económicas y de concesión de tierras. La inmigración, en sus inicios, estaba integrada principalmente por varones solteros y cabezas de familia que, una vez instalados y garantizada su subsistencia, sirven de red para la llegada de otros familiares y conocidos. En este caso se produce un movimiento cuya principal motivación es la reagrupación familiar.

La medida adoptada en 1824 no vino acompañada de nuevas políticas de promoción de la inmigración. Solo bien avanzado el siglo y, a la vista del desarrollo que determinados países como Brasil y Argentina estaban obteniendo gracias a la inmigración, decide fomentar la llegada e instalación de emigrantes a fin de colonizar los extensos territorios incorporados a la Republica. Por ello en 1882, bajo la presidencia de Domingo Santa María, se decide reanudar los intentos de colonización interrumpidos hacía más de treinta años.

Es también en 1822 cuando se crea la Agencia General de Colonización. La Agencia diseñó un contrato por el que se concedía a cada colono 38 hectáreas y 18 hectáreas más por cada hijo varón, además de los costos del viaje junto con el dinero necesario para establecerse, estos dos últimos sujetos a reembolso.

Fruto del trabajo de la Agencia, ya en 1883 sale de Burdeos el primer embarque de 200 colonos con destino a Chile. De estos 200, 185 eran españoles procedentes de las provincias vascas. Hasta 1884 el número total de españoles llegados Chile a través de la Agencia es de 237 de un total de 2.000 emigrantes de diversas nacionalidades europeas. El flujo continúa aumentando de forma tal que desde 1882 hasta 1891, llegan a Chile un total de 9.500 emigrantes españoles.

En 1907 destina a este programa nuevos fondos, motivando la llegada a Chile de 6.900 españoles.

En 1910 se suspende el funcionamiento de la Agencia General de Colonización. A partir de ese momento la emigración a Chile deja de ser dirigida y adquiere el carácter de espontánea. El Gobierno abandona la vía de conceder incentivos oficiales a la instalación de grupos de emigrantes, ya que ahora la inmigración sigue produciéndose autónomamente, motivada y sustentada ahora en las redes de inmigrantes que funcionan como soporte a los nuevos inmigrantes que iban llegando a Chile.

Con todo, la inmigración española a Chile se puede calificar como  modesta en sus cifras, en un marco más amplio americano donde las corrientes migratorias desde Europa hacia América alcanzan la cifra de 52.000.000 de emigrantes europeos entre 1846 y 1932, que se reparten por todo el continente americano. De esa cantidad, 4.600.000 eran españoles que se dirigieron a la América Hispana.

Conforme a los censos de población de la República de Chile, la evolución de la colectividad española asentada en el país hasta 1970 era la siguiente:

Evolución de la población española en Chile

AÑO Pobl. española en Chile AÑO Pobl. española en Chile
1854 925 1920 25.962
1865 1.150 1930 23.439
1875 1.072 1940 23.323
1885 2.508 1952 23.366
1895 8.494 1960 21.777
1907 18.755 1970 16.628

Como se puede apreciar, desde principios del S. XX y hasta el comienzo de la Guerra Civil en España la colonia española en Chile se mantiene estable y luego comienza a descender, con la excepción del periodo 1936-1942, cuando llegan a 3.000 españoles, pero en este caso no se trata de auténticos emigrantes sino de refugiados políticos. Símbolo de ese periodo es sin duda la llegada a Chile de los refugiados españoles en el Barco Winnipeg, que llega a Valparaíso en 1939, en un viaje promovido por el entonces Cónsul Chileno en París para la Inmigración, bajo el Gobierno de Pedro Aguirre Cerda.

Posteriormente en los años de la Posguerra en España, el flujo de llegadas continúa, si bien mucho más desacelerado, quizás compitiendo con otras corrientes migratorias en Europa (Francia, Alemania, Suiza).  Otro hito interesante es el “Convenio entre los Gobiernos de Chile y España sobre la doble nacionalidad”, de 1958, que establece la posibilidad de ser doble nacional (chileno-español), por lo que la frontera entre el español residente y el chileno se comienza a desdibujar.

A partir de los años 90 del pasado siglo, se entra en un nuevo periodo en que se producen cambios profundos en el fenómeno migratorio, con una inmigración española integrada ahora en su mayor parte por profesionales que vienen a Chile buscando oportunidades o que lo hacen patrocinados por sus empresas en origen (los llamados trabajadores expatriados), en un país en constante crecimiento que necesita de esta mano de obra cualificada. Estos nuevos emigrantes ya no vienen necesariamente con la intención de instalarse definitivamente en el país. En un mundo ya más interconectado y con más facilidad para trasladarse, muchos de ellos vuelven a España posteriormente, por lo que la colonia española en Chile empieza a volverse más dinámica y heterogénea.

Entramos ya en el Siglo XXI con un tipo de emigración más actual, ligada al trabajo y a las oportunidades profesionales de calado, el fenómeno de los trabajadores expatriados y el movimiento migratorio con fines temporales.