La economía social engloba al conjunto de actividades económicas y empresariales que, en el ámbito privado, son llevadas a cabo por entidades que persiguen bien el interés colectivo de sus integrantes, bien el interés general económico y/o social, de conformidad con los principios de la economía social. Asimismo, configura un ecosistema con presencia en todos los sectores económicos y que cuenta con empresas de tamaño muy variado, desde grandes grupos empresariales hasta microempresas.
Forman parte de la economía social las cooperativas, las mutualidades, las fundaciones y las asociaciones que lleven a cabo actividad económica, las sociedades laborales, las empresas de inserción, los centros especiales de empleo, las cofradías de pescadores, las sociedades agrarias de transformación y las entidades singulares creadas por normas específicas que se rijan por los principios establecidos en el artículo 4 de la Ley de la Economía Social.
Estas entidades actúan sobre la base de una serie de principios orientadores, tales como:
Gracias a los valores en los que se sustenta la economía social, esta se ha convertido en uno de los 14 ecosistemas industriales claves para la resiliencia, la autonomía estratégica, y el desarrollo sostenible de la Unión Europea. La economía social es estandarte fundamental de la recuperación y crecimiento económico sostenible, justo e inclusivo. Al mismo tiempo, actúa como catalizadora de una transición verde y digital justa.
Además, la economía social, como ecosistema vanguardista, ofrece soluciones innovadoras a grandes desafíos del presente como la necesaria creación de empleos de calidad, la cohesión territorial, la lucha contra el cambio climático, la transición demográfica, la igualdad entre mujeres y hombres, el fomento de la cultura del emprendimiento, la transición digital justa, o la reducción de las desigualdades.
De igual forma, las redes de proximidad que despliega la economía social permiten conformar sinergias de desarrollo local y de arraigo de la población al territorio, mediante la generación de empleo estable y de calidad, contribuyendo así a abordar el reto demográfico y la lucha contra la despoblación en áreas rurales y suburbanas.
Para concluir, podemos resumir que la economía social se configura como una forma alternativa de entender la economía, que busca poner en el centro a las personas en lugar de al capital. Las empresas y entidades de la economía social se configuran de forma democrática dotando de voz a sus integrantes y buscando una manera más sostenible de entender el trabajo. Prioriza el bienestar colectivo y, en muchas ocasiones, actúa como un impulso para las personas que se encuentran en situación o en riesgo de exclusión social.
Además, la economía social enriquece aquellas zonas despobladas que buscan alternativas a las formas económicas y empresariales tradicionales. Contribuye a su desarrollo y crecimiento económico, aumentando las oportunidades para colectivos que encuentran mayores dificultades a la hora de acceder al mercado laboral, especialmente para mujeres y jóvenes.
Gracias a la economía social se desarrollan proyectos a escala local, que inciden positivamente en la calidad de vida de las personas, contribuyendo a disminuir las desigualdades y favoreciendo un estilo de vida más sostenible.